17. septiembre 2017
La sabiduría de la tristeza
Por Nuria Diestro del Barco
Quiero dedicarle a la tristeza este espacio de reflexión porque, siendo una de las emociones más rechazadas, ella en misma encierra una gran sabiduría. Es frecuente en terapia escuchar frases del tipo “no quiero estar triste porque me hace daño", "no puedo estar triste, tengo que ser fuerte", "no puedo estar con alguien si estoy triste, no soy nadie para fastidiarle el día a una persona", etc. Solemos creer que la tristeza es un problema del que nos tenemos que deshacer y esto no es así. Se convierte en problema cuando no sabemos aprovechar o no hemos aprendido aún cómo leer la información que transmite. La tristeza duele, luchamos contra ella con todas nuestras fuerzas, deseamos la felicidad y creemos que la forma de ser felices es evitándola. Poner imagen a aquello que siento me ayuda a separarme de mi murmullo mental y esa imagen de misma buceando en mi propio interior es la que mejor se adapta a mi experiencia  con la  tristeza. Durante muchos años estuve dándole la espalda y, cuando me permití acogerla, me di cuenta de que eludir mi tristeza tenía como consecuencia una felicidad superficial, una especie de vida en un limbo de risas que enmascaraba una evidente corriente subterránea  de insatisfacción,  miedo, ira y depresión. Permitirme estar triste me conecta conmigo, me hace sentir más auténtica, más honesta. Y es que la tristeza es un medio transformador para ablandar nuestra rigidez y diluir nuestro anhelo de seguridad, estabilidad y garantías ante la inevitabilidad del cambio y la necesidad de crecimiento. Cuando somos niñ@s, se nos enseña que el  llanto y la tristeza no son buenos: “qué te pasa ahora”, “venga, no llores”, “no seas mariquita”, “vamos, ríete que así estás más guap@”.
Cuánto protegemos a nuestr@s hij@s de la desilusión, la frustración, la tristeza… Las emociones contenidas estancan nuestra vida. Cuántas personas conocemos cuya constante búsqueda de diversión, sonrisas dibujadas o bromas siempre a mano, esconden una clarisima huida de la tristeza. La tristeza es un síntoma del corazón digno de atención y expresarla nos depara alegría. Cuando la vida nos decepciona y marcha en contra de nuestros deseos, la tristeza es la respuesta y con su energía limpiadora nos permite el flujo de los demás sentimientos.
|
|
Mapa del sitio
Inicia sesión
17. septiembre 2017
La sabiduría de la tristeza
Por Nuria Diestro del Barco
Quiero dedicarle a la tristeza este espacio de reflexión porque, siendo una de las emociones más rechazadas, ella en misma encierra una gran sabiduría. Es frecuente en terapia escuchar frases del tipo “no quiero estar triste porque me hace daño", "no puedo estar triste, tengo que ser fuerte", "no puedo estar con alguien si estoy triste, no soy nadie para fastidiarle el día a una persona", etc. Solemos creer que la tristeza es un problema del que nos tenemos que deshacer y esto no es así. Se convierte en problema cuando no sabemos aprovechar o no hemos aprendido aún cómo leer la información que transmite. La tristeza duele, luchamos contra ella con todas nuestras fuerzas, deseamos la felicidad y creemos que la forma de ser felices es evitándola. Poner imagen a aquello que siento me ayuda a separarme de mi murmullo mental y esa imagen de misma buceando en mi propio interior es la que mejor se adapta a mi experiencia  con la  tristeza. Durante muchos años estuve dándole la espalda y, cuando me permití acogerla, me di cuenta de que eludir mi tristeza tenía como consecuencia una felicidad superficial, una especie de vida en un limbo de risas que enmascaraba una evidente corriente subterránea  de insatisfacción,  miedo, ira y depresión. Permitirme estar triste me conecta conmigo, me hace sentir más auténtica, más honesta. Y es que la tristeza es un medio transformador para ablandar nuestra rigidez y diluir nuestro anhelo de seguridad, estabilidad y garantías ante la inevitabilidad del cambio y la necesidad de crecimiento. Cuando somos niñ@s, se nos enseña que el  llanto y la tristeza no son buenos: “qué te pasa ahora”, “venga, no llores”, “no seas mariquita”, “vamos, ríete que así estás más guap@”.
Cuánto protegemos a nuestr@s hij@s de la desilusión, la frustración, la tristeza… Las emociones contenidas estancan nuestra vida. Cuántas personas conocemos cuya constante búsqueda de diversión, sonrisas dibujadas o bromas siempre a mano, esconden una clarisima huida de la tristeza. La tristeza es un síntoma del corazón digno de atención y expresarla nos depara alegría. Cuando la vida nos decepciona y marcha en contra de nuestros deseos, la tristeza es la respuesta y con su energía limpiadora nos permite el flujo de los demás sentimientos.
|
|
Mapa del sitio
Inicia sesión