23. junio 2017
Encuentros a corazón abierto
Escrito por Nuria Diestro del Barco
Recuerdo un encuentro muy especial con una persona muy querida para que me dio la bienvenida a su casa con esta frase: “ Sólo el corazón abierto, aprende” Desnudarnos emocionalmente ante una persona, para mí, es abrir la puerta de una casa cerrada, oscura. Muchas personas, en algún momento de nuestras vidas decidimos, como cuando dejamos nuestra casa por una larga temporada, tapar nuestras pertenencias más valiosas y  más íntimas para protegerlas. El miedo a ser lastimad@s, creer que no podremos sostener ciertas emociones o no permitirnos transitar el sufrimiento de algo que nos ha resultado doloroso, entre otros motivos,  da lugar a que nos abandonemos y nuestro sentir, sobre todo, nuestro ser queda relegado a protegerse bajo “las sábanas”, bajo nuestras corazas.
Desnudarnos emocionalmente y abrir el corazón es el encuentro más íntimo. Un encuentro que empieza siendo con un@ mism@, abriendo las ventanas, ventilando nuestra casa, descubriendo nuestros tesoros, nuestros miedos, nuestros complejos,  abrazando todo lo que nos pertenece, sin juicios. Y,  entonces…, dentro de mí, todo recobra vida. La luz me baña con sus rayos, huelo a magnolia, a sal, a campo después de un día de lluvia, a chimenea recién encendida, a chaparrones de una tormenta de verano sobre la tierra seca, a hierbabuena, a ropa recién tendida, a cama recién hecha. Y, entonces…, comienzo a escuchar con los oídos del recuerdo, el sonido del agua al correr en aquel río en el que me bañaba de niña con mi familia, o el sonido del agua mientras estaba sentada a la orilla en una playa, el sonido del canto de los pájaros, de las hojas otoñales, de la cafetera que avisa que el café está a punto, el crujir del contacto de la aguja con un buen disco de vinilo y, entonces… inevitablemente, el corazón se abre y se produce el encuentro. Cuando estamos frente a la persona adecuada, tan solo necesitamos tiempo para acomodar nuestra vista en medio de tanta  oscuridad y librarnos de nuestras corazas, con confianza y con amor. Hay encuentros en los que siento que el estómago se me contrae, el corazón se acelera, la sensación asciende hacia la superficie de la piel, los ojos se me humedecen o mis labios dibujan una sonrisa, también hay otros que me conectan con la tristeza, con la nostalgia, con lo que pudo ser y no fue... y, entonces… me doy cuenta de que sólo el corazón abierto aprende y que sólo estos momentos tienen el poder y la magia de hacer posible que conectemos de una forma muy pura con las personas. Y, entonces…,  SOY.
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23. junio 2017
Encuentros a corazón abierto
Escrito por Nuria Diestro del Barco
Recuerdo un encuentro muy especial con una persona muy querida para que me dio la bienvenida a su casa con esta frase: “ Sólo el corazón abierto, aprende” Desnudarnos emocionalmente ante una persona, para mí, es abrir la puerta de una casa cerrada, oscura. Muchas personas, en algún momento de nuestras vidas decidimos, como cuando dejamos nuestra casa por una larga temporada, tapar nuestras pertenencias más valiosas y  más íntimas para protegerlas. El miedo a ser lastimad@s, creer que no podremos sostener ciertas emociones o no permitirnos transitar el sufrimiento de algo que nos ha resultado doloroso, entre otros motivos,  da lugar a que nos abandonemos y nuestro sentir, sobre todo, nuestro ser queda relegado a protegerse bajo “las sábanas”, bajo nuestras corazas.
Desnudarnos emocionalmente y abrir el corazón es el encuentro más íntimo. Un encuentro que empieza siendo con un@ mism@, abriendo las ventanas, ventilando nuestra casa, descubriendo nuestros tesoros, nuestros miedos, nuestros complejos,  abrazando todo lo que nos pertenece, sin juicios. Y,  entonces…, dentro de mí, todo recobra vida. La luz me baña con sus rayos, huelo a magnolia, a sal, a campo después de un día de lluvia, a chimenea recién encendida, a chaparrones de una tormenta de verano sobre la tierra seca, a hierbabuena, a ropa recién tendida, a cama recién hecha. Y, entonces…, comienzo a escuchar con los oídos del recuerdo, el sonido del agua al correr en aquel río en el que me bañaba de niña con mi familia, o el sonido del agua mientras estaba sentada a la orilla en una playa, el sonido del canto de los pájaros, de las hojas otoñales, de la cafetera que avisa que el café está a punto, el crujir del contacto de la aguja con un buen disco de vinilo y, entonces… inevitablemente, el corazón se abre y se produce el encuentro. Cuando estamos frente a la persona adecuada, tan solo necesitamos tiempo para acomodar nuestra vista en medio de tanta  oscuridad y librarnos de nuestras corazas, con confianza y con amor. Hay encuentros en los que siento que el estómago se me contrae, el corazón se acelera, la sensación asciende hacia la superficie de la piel, los ojos se me humedecen o mis labios dibujan una sonrisa, también hay otros que me conectan con la tristeza, con la nostalgia, con lo que pudo ser y no fue... y, entonces… me doy cuenta de que sólo el corazón abierto aprende y que sólo estos momentos tienen el poder y la magia de hacer posible que conectemos de una forma muy pura con las personas. Y, entonces…,  SOY.
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